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COMPLIANCE LEGAL EN LA EMPRESA: NO ES COSA MENOR




El día de los hechos, una pipa de la de la empresa Gas Express Nieto llega a surtir gas al Hospital Materno Infantil de la delegación Cuajimalpa. El operador sube a conectar la manguera al primer piso y se escucha una fuerte explosión. Cuando llegan los bomberos se encuentran decenas de heridos, en su mayoría enfermeras y niños. Varias personas murieron, incluidos bebés.  La explosión provocó el derrumbe del 70% del edificio.


La investigación corrobora que una fuga de gas en una válvula de la manguera es lo que provoca el desastre que derivó en pérdida de vidas humanas y daños por cientos de millones de pesos.


¿Qué hubiera pasado si la empresa de gas hubiera tenido un Programa de Cumplimiento o Compliance que le hubiera permitido detectar la falla que originó la tragedia?


Actualmente, las personas jurídicas (empresas) son sujetos de imputación penal en México, a raíz de las reformas a los CNPP y CPDF.


El Programa de Cumplimiento o Compliance

El compliance o cumplimiento normativo consiste en establecer las políticas y procedimientos adecuados para garantizar que una empresa, incluidos sus directivos, empleados y stakeholders, cumplan con el marco normativo aplicable, que no solamente incluye las normas legales, como leyes y reglamentos, sino también las políticas internas, los compromisos con clientes, proveedores o terceros, y especialmente los códigos éticos que la empresa se haya comprometido a respetar, pues existen multitud de casos en los que una actuación puede ser legal pero no ética.


El compliance legal es una función del gobierno corporativo que opera como un puente para comunicar a la organización con la normatividad del mundo exterior y mantener el equilibrio con el orden normativo interno.


Esto lo hace un excelente aliado para la supervivencia y éxito de las empresas que deseen perdurar en el tiempo, en virtud de que las ayuda a adoptar mecanismos de control organizacional, el cual está sujeto, de modo general, al liderazgo empresarial.


Cada vez son más las empresas que asumen un esquema sólido y bien definido de compliance. Han comprendido que ello implica beneficios que rebasan por mucho la inversión económica que requieren: generan mayor confianza en el mercado, las empresas son sujetos de más y mejores créditos, amplían su gama de alianzas a escala nacional e internacional y, al mismo tiempo, previenen el delito y se preparan para excluir una posible imputación de responsabilidad de corte administrativo o penal.


Los programas de compliance se reflejan en instrumentos de distinta índole, desde circulares internas que establecen criterios de actuación, pasando por manuales operativos, hasta protocolos unificados para la toma de decisiones que establecen tramos de responsabilidad bien definidos.


Estos materiales son muy importantes porque las reglas de operación empresarial deben establecerse por escrito para poder ser revisadas y actualizadas continuamente.  Por ello deben ser elaboradas por expertos, quienes reflejarán en estos instrumentos las experiencias más exitosas de cara a la disminución de riesgos empresariales, así como las medidas más adecuadas para enfrentar la eventualidad de un problema.


Pongamos un ejemplo de falta de un programa de compliance: en muchos bares y restaurantes sirven bebidas alcohólicas sin los controles exigidos por la ley. Los empresarios no se ocupan de establecer los lineamientos mínimos a ser implementados por los encargados del acceso al lugar, ni capacitan a su personal para poder advertir, por citar un caso, que la identificación presentada por un cliente es falsa. Eso se ha traducido en que se sirvan bebidas alcohólicas a menores de 18 años y que se impute el delito de corrupción de menores.


Las modalidades, tipos y alcances de un programa de compliance son tan amplios como el mundo empresarial y como los riesgos que pueden generarse, dependiendo de la actividad que se realiza: desde un pequeño cibercafé, donde la normativa mexicana exige establecer medidas de control para prevenir el consumo y tráfico de pornografía infantil, hasta una enorme constructora, donde el incumplimiento de las medidas mínimas de seguridad puede terminar con la vida de algún trabajador.


Por eso no pueden existir esquemas predeterminados de compliance y lo más recomendable es hacer un programa hecho “a la medida”. No basta con generar protocolos, manuales y guías básicas de actuación; si estos no están basados sólidamente en la realidad de la empresa, no servirán para nada.


Para que un programa de compliance sea exitoso a escala de un juicio penal, debe cumplir, cuando menos, con cinco fases:


  1.   Diagnóstico institucional que incluya la detección o eliminación de riesgos.

  2.   Diseño de reglas mínimas y autorregulación (protocolos).

  3.   Capacitación y evaluación periódica del personal de la empresa.

  4.   Implementación de un sistema de denuncia interno y externo.

  5.   Implementación de un sistema de supervisión y sanción liderado por un responsable (compliance officer).

Si se da el caso de que una empresa sea requerida por una probable imputación de responsabilidad penal, deberá acreditar que su programa de compliance se sustenta en un diagnóstico preliminar, que el personal conoce el programa y que este es supervisado por un responsable.


No es cosa menor.

Hemos dicho que el compliance tiene múltiples beneficios para la empresa. Sin embargo, su fin último es salvaguardarla de los procedimientos penales que pudiesen iniciarse en su contra por la probable comisión de un delito, y en caso de instaurarse alguno, acreditar que ésta ha cumplido con los requisitos establecidos por el sistema penal para quedar excluida de responsabilidad.


Esto, como resulta obvio, es tarea de abogados expertos en el tema.


Y terminamos diciendo: los programas de compliance sirven para combatir la corrupción e instaurar una cultura de legalidad en las empresas. Deben formar parte de la cultura empresarial.


Y esto, traducido a lenguaje empresarial, significa prestigio.
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